Ser de una raza totalmente diferente, nos ilumina nuestro propio sol, nos oxigena nuestra propia selva, nos alimenta nuestro propio campo, nos energizan nuestros propios yacimientos y presas hidroeléctricas, con ámbar y colores embellecemos a nuestras mujeres, y con el orgullo de ser Chiapaneco, en cada una de nuestros comunidades vive nuestra gente.
Al Chiapaneco le corre por sus venas la fuerza de sus caudalosos ríos, en sus ojos se refleja la pureza del aire y de su cielo, sus brazos y manos fueron forjados indomables tal como su cañón y en el corazón, si en este corazón ruje la voz imponente del jaguar.
Los Chiapanecos somos hombres y mujeres de paz inmortal, protegemos a los nuestros y damos un abrazo al extraño y lo convertimos en hermano, no abrigamos la venganza ni el rencor, nos mantiene el ánimo el amor y nos ilusionamos con la esperanza de ser un pueblo de gloria y de raza triunfal.
Ser Chiapaneco es llevar en el alma la esencia de la tierra que nos vio nacer, no olvidando nuestras raíces pero sin perder de vista el amor a la patria que nos dio adopción, ser buen Mexicano, sin dejar ser orgulloso Chiapaneco.
Autor: Jorge Zepeda Castro.
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